
“Una de las veces que más me han “taladrado” con la mirada fue en el transcurso de una consulta psicológica. En aquella ocasión acababa de escuchar un relato muy catastrofista; mi confidente me había contado pormenorizadamente “todas las desgracias” que, según él, le habían pasado en las últimas semanas; a continuación, se acomodó sobre su asiento, esperando escuchar frases de consuelo, pero se sorprendió oyéndome: -¡Qué suerte tenemos!, ¡qué oportunidades nuevas van a surgir de esta situación!, de haber sucedido de otra forma, hoy no nos estaríamos planteando estas posibilidades; ¡enhorabuena!, menos mal que por fin los acontecimientos han sido
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